El actual edificio se debe a la magnificencia del obispo don Pedro de la Gasca, pacificador del Perú cuyo escudo campea gloriosamente sobre la fachada del templo. Fue reedificado en 1566 siguiendo el cantero Francisco del Río la traza que había dado el arquitecto Rodrigo Gil de Hontañón. Consta de una sola nave cubierta con bóvedas de crecería estrellada decoradas sus claves con las armas del obispo-patrono. El crucero no se completó en su brazo sur por impedirlo las edificaciones subsistentes de la antigua iglesia, que constituyen la capilla llamada de los Corrales, que se construía en 1538 por el maestro Juan de la Cabañuela. La fachada del templo, enteramente de piedra y con doble arquería en su ingreso, se efectuó en estilo renacentista.
En una capilla del lado del Evangelio se conserva el Cristo de las Batallas, buena obra de Francisco Rincón. A continuación, en la nave, un retablo barroco se decora con pinturas de Diego Díez Ferreras y de los hijos de Felipe Gil de Mena, fechadas en 1676. En el crucero se disponen dos retablos, uno barroco, interesante por su traza y decoración movidísima, dedicado modernamente al Cristo del Perdón, cuya escultura, de carácter procesional y lacerante dramatismo, es obra de Bernardo Rincón; y el otro retablo, manierista, con un buen relieve de Santiago matamoros, probable obra de Esteban Jordán.
Su monumental retablo mayor está dedicado a la Magdalena que aparece representada en el momento de su Traslación y se ve acompañada de relieves con escenas de la vida de Cristo, figurando también Santos Apóstoloes emparejados a la manera escurialense. La traza, enteramente manierista y sus esculturas, son debidas a Esteban Jordán que trabajó en ellas de 1571 a 1575. En el lado de la epístola un retablo barroco lo preside un magnífico grupo escultórico de Llanto sobre Cristo muerto, obra patética y sumamente expresionista de Alejo de Vahía, realizada hacia 150. En el centro de la nave se encuentra el bulto funerario, en alabastro, del Obispo La Gasca, revestido de pontifical y esculpido con gran realismo por Esteban Jordán que dispuso la figura en forma yacente, sobre un basamento liso.
La capilla del Doctor Corral se sitúa contigua al lado de la epístola y guarda, a pesar de su lamentable estado de conservación, las dos obras más refinadas del templo: una reja forjada y decorada con magníficas labores renacentistas y el interesantísimo retablo plateresco, delicioso en su detalle, inquietante en su traza y finísimo en sus relieves, tallado por Francisco Girante a mediados del siglo XVI.
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