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miércoles, 12 de septiembre de 2012

Valladolid. Edificios religiosos. Iglesias. Catedral metropolitana.

El templo tiene su origen en el siglo XI, cuando el Conde Ansúrez decidió edificar una iglesia dedicada a Santa María que habría de convertirse en la cabecera religiosa de su nuevo feudo. Esta primitiva Colegiata estaría concluida en el año 1100 y lógicamente, su estilo arquitectónico sería el románico a juzgar por el único elemento que se ha conservado: la parte inferior de su primitiva torre pórtico, que se convertiría en modelo para la vecina torre de Nuestra Señora de la Antigua. El pequeño tamaño de este templo y la creciente importancia que adquiría la entonces villa, motivaron la ampliación de la Colegiata, construyéndose, a tal fin un nuevo templo que estaría acabado en 1228. Precisamente son las ruinas de esta segunda Colegiata las que se pueden contemplar a espaldas del edificio de la catedral. Dispuso de tres naves separadas por pilares cruciformes, siendo muy sobrea la decoración de sus capiteles así como la de sus portadas, conservadas de más puro estilo cisterciense. Este templo se utilizó hasta el siglo XVII.

En 1527 el cabildo colegial decidió convocar un concurso para elaborar las trazas de una nueva Colegiata que emulara por sus dimensiones otros templos catedralicios. Diego de Riaño primero y después Rodrigo Gil de Hontañón estuvieron al frente de la obra hasta que el proyecto se paralizó por falta de recursos económicos. Fue entonces (1595) cuando el vallisoletano Felipe II obtuvo de Roma la deseada autonomía eclesiástico para el cabildo vallisoletano, aunque mucho tiempo atrás, fiado éste en el favor de tan ilustre valedor, se había decidido a iniciar un nuevo templo en consonancia con el nuevo gusto estético y con la importancia de la que muy pronto se iba a convertir en ciudad.


En 1580 debió de entregar el arquitecto Juan de Herrera los planos alzados para el nuevo y definitivo templo que respondía a un edificio de planta rectangular, de gruesos muros y tres naves separadas por pilares, con capillas hornacinas entre sus contrafuertes; un amplio crucero, sobre el que se montaría una cúpula, dividía el templo en dos mitades iguales. El arquitecto proyectó una fachada principal exenta, flanqueada por dos torres, idea que no pudo desarrollar en El Escorial.

El proyecto ejerció una extraordinaria influencia, tanto en la arquitectura castellana de fines del siglo XVI como sobre los diseños de edificios tan lejanos en el espacio como las catedrales de México y Perú o en el tiempo como el templo del Pilar zaragozano.

Quien primero comenzó a interpretar los planos del maestro fue Pedro de Tolosa y a su muerte le sustituyó Diego de Praves, heredando el cargo de éste su hijo Francisco de Praves. Lo construido se inauguró solemnemente en 1668 pero las obras prosiguieron durante el siglo XVIII, cuando se construyen las capillas de la nave de la Epístola y la torre que se arruinó a mediados del siglo XIX.

El edificio ejemplifica a la perfección el arte de una mentalidad, de una época histórica y de una religión superadora de crisis. Su belleza deriva de la valoración de volúmenes y líneas y la grandiosidad se consigue a base de sencillez. Medias esferas o capiteles corintios son los únicos elementos que salpican la desnudez de sus muros. La solemnidad se alcanza mediante una calculada valoración de la luz. Su destino marcadamente ascético representa la interpretación del amnierismo arquitectónico español y protagoniza la Reforma codificada en Trento y defendida tenazmente por la Corona Real española.

La catedral vallisoletana no es rica en obras importantes. La mesa capitular no pudo nunca invertir grandes sumas en el alhajamiento del tempo ni tampoco el interés de la nobleza local o de las asociaciones piadosas contribuyeron al ornato de sus capillas. Los mejores artistas locales no fueron nunca contratados por el cabildo y hubo que esperar, parodójicamente, a la desamortización o a otras causas fortuitas para que la catedral pudiera contar con las piezas artísticas más destacadas, aunque también es cierto que se produjeron pérdidas importantes en su patrimonio.

En las capillas de la nave del Evangelio, dedicadas respectivamente a San Juan, Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra Señora del Sagrario y San Fernando, pueden señalarse los sitiales góticos de la antigua sillería de la Colegiata, la reja renacentista de la segunda capilla junto con su retablo principal, un gran lienzo representando la Entrada de San Fernando en Sevilla original del vallisoletano Manuel Peti, y la escultura del mismo monarca realizada por Alonso Fernández de Rozas en 1671. La obra más importante es sin duda la gran tabla de la Crucifixión, obra extraordinaria de mediados del siglo XVI, original del pintor flamenco Miguel Coxcie. Próximo a ella se encuentra el sepulcro del Conde Ansúrez, cuya escultura data igualmente de mediados del siglo XVI.

En la capilla mayor se colocó el retablo que contrató, en 1546 Juan de Juni para la vecina parroquia de La Antigua, pero que no concluyó, por una serie de avatares, hasta 1562. Su diseño denota una fantasía absolutamente manierista, provocando sus distintos elementos una continua tensión e indicando el abandono de los esquemas renacentistas convencionales. Está dedicado a Nuestra Señora y contiene escenas de su vida y de la de Cristo, además de otras esculturas de Santos y Profetas. La sillería de coro, a excepción de los seis sitiales inferiores próximos al retablo que son también originales de Juni y cuya procedencia es similar a la de aquél, perteneció al monasterio dominico de San Pablo y fue realizada en 1621 por los ensambladores Melchor de Beya y los hermanos Velázquez, que siguieron un modelo, de marcado acento escurialense, dado por Juan Gómez de Mora.

Las advocaciones de las capillas de la nave de la Epístola, responden a la devoción de la Magdalena, San José, San Pedro y San Miguel. En la primera se guarda un monumental lienzo del pintor neoclásico Zacarías González Velázquez representando la Asunción y otra pintura de la Virgen entregando el Niño a San Antonio pintado hacia 1700 por el madrileño Alonso del Arco. En la capilla de San José se conserva un excelente conjunto de esculturas funerarias que pertenecen a la familia Venero y Leyva y que proceden del claustro del desaparecido convento de San Francisco, en los que se pueden adivinar la participación de Francisco Rincón; igualmente se puede citar una buena Anunciación firmada en 1671 por el madrileño Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia. La reja que vela la capilla de San Pedro es obra muy interesante del siglo XVI y pueden recordarse también las esculturas de los santos titulares de estas capillas, probables obras de Pedro de Avila que las haría hacia 1714.

La sacristía se encuentra situada en la únca capilla que se levantó después de la nave de crucero. Se estaba edificando en 1655 y su titularidad correspondía a la Inmaculada. Hoy la preside una buena pintura de Bartolomé Cárdenas representando la Anunciación, existiendo varias pinturas de Lucas Jordán, una gran tabladel siglo XVI de la Virgen con los Evangelistas y dos esculturas de santos carmelitas originales de Pedro de Sierra, procedentes de San Pablo de la Moraleja.

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