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martes, 11 de septiembre de 2012

Valladolid. Edificios religiosos. Conventos y monasterios. Santa María la Real de Huelgas.

A la reina doña María de Molina correspondió la fundación primitiva del monasterio de las Huelgas, de la orden del Císter, donando para tal fin su propio palacio. De la mansión real sólo se ha conservado una puerta monumental que tendría la función de cuerpo de guardia. Está enteramente construido en ladrillo, decorándose con arco túmido apuntado y resolviendo su espacio interior mediante el sistema de entrada en recodo. Constituye el único ejemplo de arquitectura mudéjar existente en la ciudad y ha sido restaurado recientemente.

Aunque la clausura se conservan algunos edificios del siglo XVI, la casi totalidad del monasterio se construyó totalmente en el siglo XVII. La iglesia actual se levantó a partir de 1579 siguiéndose trazas de Juan de Ribero y Juan de Nates, quien la dio por concluida en 1600. El claustro se inició en 1622, siendo su autor Francisco de Praves que suspendió las obras años más tarde por la escasez de fondos. La iglesia por su monumentalidad y su interés estructural es una de las más importantes de Valladolid y refleja admirablemente el grado de clasicismo que alcanzó la arquitectura a fines del siglo XVI. Construída en ladrillo y tapial, tiene una sola nave, de orden corintio, cubierta con bóveda de cañón con lunetos y decorada con yeserías de motivos geométricos de escaso relieve; en el crucero se dispuso una cúpula, rebajada, sobre pechinas mientras que las capillas laterales se cierran con cúpulas ovaladas.

En el centro del crucero se instaló el sepulcrio, en alabastro, de doña María de Molina, obra que debió de ser realizada hacia 1410-1440 por algún taller toledano, habiendo sido reformado en torno a 1600. El retablo mayor trazado por Francisco Velázquez siendo sus esculturas y relieves, de Gregorio Fernández que trabajaba en esta obra en 1613. Las mejores piezas, además de los Evangelistas del banco, son los relieves de la Asunción y el Cristo abrazando a San Bernardo, admirable plasmación escultórica del arrebato místico. Las pinturas, mediocres, se encargaron a Tomás de Prado quien en 1616 concluía la plicromía del retablo.

En la primera capilla del lado de la epístola un retablo de pinturas, ensamblado tal vez por Gaspar de Tordesillas en el segundo cuarto del siglo XVI, del vallisoletano Antonio Vázquez y otro retablo del primer cuarto del siglo XVII con un buen Calvario de Pedro de la Cuadra preside la capilla del Dr. Sánchez, capellán de Felipe III. Para la capilla frontera, propiedad de doña Luisa de Zárraga el mismo escultor hizo las esculturas de su retablo en 1617 pero su calidad disminuye sensiblemente. Las rejas de las distintas capillas fueron obra de Juan del Barco. En el coro bajo, además de la sillería tallada por Juan Sanz Calderón se guarda un cristo de Juan de Juni y en la capilla de la abadesa doña Isabel de Mendoza, un pequeño retablo contiene un delicioso relieve del Naimiento, obra de Gregorio Fernández.

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