En ocasiones, la ansiedad aparece después de haber sufrido una experiencia traumática, como una guerra, un desastre natural o una violación (trastorno de estrés postraumático) o como respuesta a un estrés agudo o crónico, pero otras veces resulta imposible identificar un factor desencadenante. En cualquier caso, la ansiedad, como ocurre con el miedo, desencadena unas respuestas físicas que profablemente son responsables (en todo o en parte) de muchas de las manifestaciones físicas asociadas a los trastornos de ansiedad (palpitaciones, problemas digestivos, cefalea de tensión, dolor crónico, etc.). La ansiedad, convertida ya en un problema de salud establecido, se puede manifestar de diversas formas, las más habituales son las que siguien:
- Crisis de angustia, crisis de ansiedad o ataque de pánico son accesos de temor intenso, de pocos minutos de duración, durante los cuales se experimentan síntomas físicos: palpitaciones, opresión en el pecho, sensación de nudo en la garganta, senación de asfixia, hormigueos, mareos, etc. Una crisis de angustia puede incluso confundirse con un ataque cardiaco. Muchos de estos síntomas están directamente relacionados con el fenómeno de hiperventilación, es decir, la respiración acelerada que incrementea el intercambio gaseoso, alterando el equilibrio entre el oxígeno y el anhídrido carbónico de la sangre. Cualquier persona que presente un trastorno de ansiedad puede presentar una crisis de angustia como respuesta a determinadas situaciones (una persona fóbica que se enfrenta al objeto de su fobia, por ejemplo), aunque pueden producirse sin previo aviso y tienden a repetirse.
- Trastorno de ansiedad generalizada. La persona que lo sufre convive con un sentimiento cotidiano de angustia que se manifiesta con un temor injustificado que le impide reaccionar de forma normal ante todo aquello que le acontece. El objeto del temor no se limita a un objeto, situación o circunstancia, sino que abarca todos los aspectos de la vida, desde el trabajo o la situación económica hasta las relaciones personales o los pequeños contratiempos cotidianos. Además del sentimiento más o menos permanente de angustia o temor, la persona que padece un trastorno de ansiedad generalizada suele presentar síntomas diversos, por los cuales puede tener que solicitar atención médica: cansancio, mareos, síntomas digestivos, problemas de concentración y memoria, irratibilidad, insomnio, etc.
- Trastornos fóbicos. Una fobia es un temor absolutamente desproporcionado e irracional a un estímulo o situación específico que generan una conducta de evitación. Los síntomas se manifiestan con una sensación de miedo insuperable que les agarrota (pueden perder el hilo del pensamiento o de la conversación), sudoración, temblor, náuseas, etc. Pueden llegar a presentar una auténtica crisis de angustia. Cuando el objeto es fácilmente evitable (las serpientes, por ejemplo) no suponen un gran problema, pero con frecuencia las fobias interfieren gravemente en el modo de vida del individuo. Es lo que sucede con la fobia social (temor a determinadas situaciones que suponen un contacto social), la agorofobia (temor a estar en lugares de los que pueda resultar dfícil escapar o donde uno se siente desprotegido, la claustrofobia (temor a los espacios cerrados), la acrofobia (vértigo o temor a las alturas) o la aerofobia (miedo a viajar en avión) que pueden ser muy limitantes, por ejemplo, en determinadas profesiones.
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