El lenguaje es uno de los rasgos del ser humano, gracias al cual podemos comunicarnos mediante la asignación de un significado específico a diferentes sonidos. La capacidad para el lenguaje reside, reside en la inmensa mayoría de los seres humanos, en el hemisferio cerebral izquierdo. Por lo que se refiere propiamente a la emisión y articulación física de los sonidos, éstas dependen de la laringe (estructura en la que se sitúan las cuerdas vocales y que genera el sonido) y de las diferentes estructuras de la boca encargadas de su modificación.
La dificultad para hablar puede producirse, por tanto, a diversos niveles, y ser de muy diferente naturaleza. Puede tratarse de una dificultad en la construcción del lenguaje (disasias motoras) o de una dificultad en su comprensión (disfasias sensitivas). En el caso de las disfasias motoras el sujeto es consciente de lo que quiere decir, pero tiene grandes dificultades para expresarlo: no es capaz de encontrar las palabras, las cambia, las altera, construye mal las frases... Sin embargo, en las disfasias sensitivas, el sujeto es incapaz de comprender lo que se le dice: puede respondernos a una pregunta con una entonación impecable, pero el contenido de lo que nos dice ser absolutamente incoherente con la pregunta que le hemos realizado.
Por otra parte, en el caso de las disartrias, la capacidad cerebral del lenguaje está conservada: el sujeto entiende lo que le decimos y contesta de modo gramaticalmente correcto y con sentido. El problema se manifiesta en la articulación de las palabras, habla como si tuviera la boca llena, por ejemplo.
A la ronquera o disfornía, por último, le dedicamos un apartado propio en otro post en el cual analizamos sus causas y como actuar.
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