El sueño es una necesidad natural, a la que consagramos alrededor de un tercio de nuestra vida, de acuerdo con un ciclo regular de sueño-vigilia de 24 horas. Los requerimientos individuales de sueño son variables: la mayoría de los adultos necesitan entre 7 y 8 horas cada noche, aunque hay quienes les basta con dormir sólo 4 horas mientras que otras necesitan 10. También varía en función de la edad, el estado emocional e incluso la cultura: en algunos países, como en España, hay quien acostumbra a dormir una siesta después de comer y acorta un poco el periodo de sueño nocturno.
Existen dos estados de sueño: el sueño de movimientos oculares rápidos o REM (Rapid Eye Movement) y el sueño sin movimientos oculares rápidos o No REM, dividido a su vez en cuatro fases. El sueño se inicia con una etapa No REM cuya profundidad aumenta desde la fase 1 (sueño ligero) hasta la fase 4 (sueño profundo), ocupando del 75 al 80% del tiempo del sueño total, que se caracteriza por un enlentecimiento progresivo de la actividad eléctrica cerebral registrada en el electroencefalograma o EEG. El sueño REM supone del 20 al 25% del sueño normal y el primer episodio suele ocurrir a partir de la segunda hora de sueño, repitiéndose de forme cíclica cada 90-120 minutos, teniendo cada episodio una duración de 5 a 20 minutos. Se caracteriza por una aceleración de la actividad cerebral, acompañada de movimientos oculares rápidos bajo los párpados cerrados, irregularidad de la frecuencia cardiaca y de la actividad respiratoria y disminución del tono muscular.
Durante el sueño REM es cuando se producen la mayoría de ensoñaciones. De hecho, el despertar en el sueño REM se asocia con el recuerdo claro de las imágenes soñadas en más del 80% de los casos, mientras que si el despertar se produce durante el sueño No REM el recuerdo es mucho más borroso.
La duración total del sueño disminuye progresivamente desde la infancia hasta la edad adulta, pasando de las 16 horas que, como media, duerme un recién nacido al día, hasta las 7 u 8 horas que duerme un adulto. Pero la estructura interna del sueño también se modifica: el sueño de ondas lentas (fases 3 y 4 del sueño No REM) predomina en la infancia y disminuye a lo largo de la vida, pudiendo estar casi totalmente ausente en ancianos. El sueño REM puede constituir hasta un 50% del sueño de los lactantes, pero cae bruscamente a partir del año para permanecer relativamente constante durante el resto de la vida.
Además de la disminución del sueño de ondas lentas, es normal que los ancianos sanos presenten una estructura de comienzo precoz del sueño, despertares espontáneos frecuentes a lo largo de la noche y despertar temprano por las mañanas.
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