El trastorno obsesivo compulsivo

Numerosos manuales médicos lo agrupan dentro de los trastornos de ansiedad, pero otros especialistas lo consideran un proceso distinto. Se caracteriza por la presencia recurrente de obsesiones (ideas, pensamientos, impulsos o imágenes que acuden a la mente y que el propio individuo reconoce como absurdos) y de compulsiones (acciones o rituales repetitivos, que el individuo "se ve obligado" a llevar a cabo para aliviar momentáneamente la ansiedad generada por una obsesión).

Tanto el contenido de las obsesiones como el carácter de las compulsiones pueden ser extremadamente variados. Un ejemplo clásico es el temor a contaminarse al dar la mano a otra persona o al tocar un billete. El ritual que realiza el individuo para contrarrestar el efecto de la contaminación suele ser lavarse las manos cada vez que su mano roza un objeto contaminado, aunque no siempre mantiene una conexión lógica con la obsesión: puede consistir en hacer un determinado movimiento, contar mentalmente hasta tres, repetir una frase o un sonido, etc.

El trastorno obsesivo compulsivo se considera un trastorno crónico, aunque mejora con psicoterapia y medicación. Eso sí, debe diferenciarse de las obsesiones o compulsiones leves que padecen muchas personas, como por ejemplo comprobar más de una vez que se ha apagado el gas, cerrado el coche o la puerta de casa, pero, y ahí está la diferencia fundamental, sin que eso interfiera de forma significativa en la vida cotidiana ni suponga especial malestar ara el individuo.

El trastorno obsesivo compulsivo tampoco debe confundirse con el patrón de personalidad obsesivo compulsiva (aunque pueden coincidir). En este caso, hablamos de personas que presentan un carácter exclusivamente perfeccionista, muy preocupados por el mínimo detalle, a las que no suele gustar que nadie haga las cosas en su lugar (por el "miedo a que no lo hagan bien") y que con frecuencia presentan dificultades para expresar libremente sus emociones.