El gusto es un sentido químico, es decir, que es estimulado por diferentes moléculas que, disueltas en la saliva, interactúan con receptores específicos. Los receptores del gusto (o yemas gustativas) son pequeños acúmulos de células situadas en las papilas gustativas de la superficie de la lengua y, en menor cantidad, en la mucosa del paladar, la garganta y el inicio del esófago.
Las papilas gustativas tienen diferentes formas (caliciformes o en forma de cáliz, fungiformes o en forma de hongo, filiformes o en forma de hilo) y se pueden distinguir a simple vista como pequeños relieves carnosos que recubren la superficie de la lengua.
La sensación gustativa, ya traducida en impulsos nerviosos, ya traducida en impulsos nerviosos, se transmite hacia el cerebro a través de varios nervios diferentes.
Existen cuatro sabores primarios (dulce, salado, ácido y amargo), aunque nuestro sentido del gusto es capaz de distinguir cientos de sabores distintos. Esto se debe, por un lado, a las múltiples posibilidades de combinación de los sabores primarios, y por otro, a la intervención del sentido del olfato, imprescindible para percibir todos los matices de la sensación gustativa.
Cuando el sentido del gusto se altera, por lo general lo que se produce es una pérdida o disminución de la capacidad para detectar ciertos sabores (ageusia parcial) o una distorsión de los sabores habituales de los alimentos (disgeusia). La pérdida total del sentido del gusto (ageusia total) es poco frecuente.
Las papilas gustativas tienen diferentes formas (caliciformes o en forma de cáliz, fungiformes o en forma de hongo, filiformes o en forma de hilo) y se pueden distinguir a simple vista como pequeños relieves carnosos que recubren la superficie de la lengua.
La sensación gustativa, ya traducida en impulsos nerviosos, ya traducida en impulsos nerviosos, se transmite hacia el cerebro a través de varios nervios diferentes.
Existen cuatro sabores primarios (dulce, salado, ácido y amargo), aunque nuestro sentido del gusto es capaz de distinguir cientos de sabores distintos. Esto se debe, por un lado, a las múltiples posibilidades de combinación de los sabores primarios, y por otro, a la intervención del sentido del olfato, imprescindible para percibir todos los matices de la sensación gustativa.
Cuando el sentido del gusto se altera, por lo general lo que se produce es una pérdida o disminución de la capacidad para detectar ciertos sabores (ageusia parcial) o una distorsión de los sabores habituales de los alimentos (disgeusia). La pérdida total del sentido del gusto (ageusia total) es poco frecuente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario