Evite malas posturas. Utilice sillas de respaldo recto y mantenga la espalda en paralelo al respaldo, sin recostarse. Cambie a menudo de postura, sobre todo si tiene un trabajo sedentario.
Mantenga una actividad física regular, evitando el deporte de competición y los sobreesfuerzos. No cargue grandes pesos, y si resulta imprescindible, hágalos flexionando las piernas, pero manteniendo la espalda recta. Evite el calzado de tacón alto y utilice colchones de dureza intermedia, ni muy duros ni muy blandos.
Por lo que respecta al diagnóstico, no siempre hace falta hacer exploraciones complementarias. Muchas personas, cuando sufren de dolor de espalda (y esto es igualmente válido para el dolor cervical) esperan que el médico les mande alguna prueba de imagen que proporcione el diagnóstico preciso, pero en la realidad estas pruebas apenas aportan información de utilidad. Las alteraciones que suelen mostrar apenas se correlacionan con los síntomas dolorosos y, como contrapartida, suponen una exposición de las personas a dosis innecesarias de radiación. Sólo en ciertos casos es realmente necesaria la realización de radiografías o de exploraciones más complejas, como un TAC o una resonancia magnética.
El tratamiento es variable, según la causa, pero la mayoría de los casos incluirá reposo y la toma de analgésicos o de antiinflamatorios. El tratamiento fisioterápico, los masajes, la osteopatía o la quiropraxia pueden resultar de ayuda, pero eso sí, consultelo antes con su médico y asegúrese de que se pone en manos de un profesional cualificado: de lo contrario podría ser incluso contraproducente.
Consulte con su médico ante la presencia de un dolor de espalda intenso o de una molestia persistente. Debe hacerlo con carácter urgente si el dolor se acompaña de debilidad en una o en las dos piernas, de adormecimiento en la parte inferior del cuerpo, en las nalgas, o los genitales o el periné, o de alteraciones de la micción.
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