Querida Helen:
Mi vida, mi amor, te escribo estas palabras por si dentro de un tiempo ya no soy capaz de poder hablar contigo.
Te amo. Eso es lo que quiero que tengas siempre claro. Puede que debido a esta terrible enfermedad que está acabando conmigo y que en ciertos momentos me desconecta de este mundo, haciéndome ver y decir cosas que no reflejan la realidad, te diga cosas dolorosas, cosas que te hieran en lo más profundo de tu ser. Pero creéme, que todo ello es producto de este veneno que llevo dentro, no de mí.
Recuerda lo que dijo el Dr. Wilson cuando vino a verme el otro día, que lentamente esta enfermedad me va a incapacitar, que no sabré asociar los hechos con la realidad, y que acabaré muriendo antes de poder formar una familia contigo. Puede que sea lo mejor, así ningún hijo mío correrá peligro de que su padre le transmita este veneno que deja su implacable señal en los ojos, como un círculo que te deja marcado para siempre, y que a ojos expertos, la interpretación es la de una sentencia de muerte.
Quiero que seas feliz. Somos jóvenes, no habiendo llegado aún al cuarto de siglo, y por ello una vez haya dejado este mundo, me gustaría que encontrases a alguien que te pueda hacer feliz y te dé unos hijos muy sanos. La mejor manera para honrar mi memoria es esa, buscando tu propia felicidad, ya que así, esté yo donde esté, seré igualmente feliz al verte sonreir.
Me gustaría darte las gracias por todo esto que estás haciendo por mí. Por tus grandes cuidados, por tu paciencia, por saber soportarme cuando dejo de ser yo, por llamar al médico cuando mi piel pierde su color natural, por no importarte que mi barriga haya crecido desproporcionadamente a causa de mi mal, por quererme, y hacer todo eso con una gran sonrisa, la sonrisa que ilumina mi camino por muy oscuro que lo vea todo.
Sé que seguramente dentro de unos meses ya no esté aquí. No hay tratamiento para este mal, aunque los médicos, y sobre todo el Dr. Wilson, intentan hacer todo lo posible por mí. Pero quiero decirte que el tiempo que he permanecido a tu lado, aunque haya sido breve, ha sido el mejor de mi vida. Realmente puedo decir que he sido feliz. Sabes que no puedo hacer grandes cosas para demostrártelo, pero estas palabras atestiguan un gran sacrificio. Mi cuerpo cada día me obedece menos y no hace lo que le pido, pero esta carta, escrita con mi puñ y letra, a pesar de su escasa extensión, la estoy escribiendo como puedo, con gran esfuerzo mi mano se rebela, pero con la firme intención de que ese esfuerzo sea mi prueba de mi amor por ti.
Antes de despedirme, quiero decirte una última cosa. Vive y disfruta. Cada vez que pises la hierba húmeda, cuando el viento acaricie tu cara, cuando la lluvia te moje, cuando te tumbes sobre la cama, recuérdame. Disfruta de los pequeños placeres que te ofrece la vida, porque si tú los vives, yo también los sentiré. Recuerda que yo me iré, pero mi amor por ti perdurará por siempre. Mi enfermedad me quitará la vida, y hará que deje de ser yo, pero mi corazón siempre latirá por una única persona, por ti.
Mi amor, te deseo toda la felicidad que puedas encontrar en tu vida. Te quiero con toda mi alma.
Siempre tuyo,
Arthur Smith
24-Noviembre-1910 Londres
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