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jueves, 12 de abril de 2012

La respiración.

El aparato respiratorio, constituido por las vías aéreas y los pulmones, permite el intercambio de gases entre e aire atmosférico y la sangre. Gracias a él nos aprovisionamos de oxigeno (gas imprescindible para la respiración celular) y eliminamos anhídrido carbónico (gas de deshecho producto de dicha respiración).

El aire que aspiramos a través de la boca o de la nariz durante la inspiración desciende por la garganta, la laringe y la tráquea, continúa por los bronquios y llega finalmente a los pulmones, los órganos fundamentales del aparato respiratorio. Los dos bronquios penetran en cada uno de los pulmones y se van ramificando en divisiones cada vez más finas hasta llegar a los alvéolos pulmonares, sus unidades básicas. A lo largo de este trayecto el aire es calentado, filtrado y himidificado, gracias a la membrana mucosa que recubre las vías respiratorias, de forma que llega a los pulmones en situación óptima.

Los álveolos pulmonares son pequeños globos o sacos de aire rodeados de una delicada red capilar que está en contacto con el sistema circulatorio. La sangre pobre en oxigeno y cargada de anhídrido carbónico circula a través de dichos capilares. El oxígeno se difunde desde el aire hacia la sangre, mientras que el anhídrido carbónico hace lo contrario. Cuando la sangre sale de los pulmones y retorna al corazón ya está cargada de oxígeno y preparada para ser bombeada hacia el resto del organismo. El aire cargado de anhídrido carbónico es expulsado al exterior mediante la respiración.

En principio, la respiración se desarrolla de manera espontánea. En condiciones normales, no necesitamos intervenir de forma voluntaria para respirar correctamente, ya que nuestro organismo mide de modo constante la necesidad de oxígeno y adapta de forma inconsciente el ritmo respiratorio a las necesidades de cada momento. Los sucesivos movimientos de inspiración y espiración son posibles gracias a una serie de músculos que actúan contrayéndose y relajándose de diferente manera en cada uno de los momentos. Los principales músculos que intervienen son el diafragma, los músculos intercostales y los abdominales. Durante una inspiración forzada también entran en acción los músculos del cuello.

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