Las arritmias pueden ocurrir porque la frecuencia cardiaca es inferior a la normal (bradicardia), superior a la normal (taquicardia) o porque el ritmo es irregular.
Pueden tener su origen en el propio corazón, como una anomalia congénita en el sistema de generación del latido cardiaco, un infarto, etc., o ser consecuencia de un proceso externo al corazón, como la taquicardia que aparece durante el ejercicio físico, una crisis de ansiedad, por un desequilibrio hidroelectrolítico (el equilibrio entre el agua y los iones de nuestro cuerpo), etc.
Una de las arritmias más frecuenctes es la fibrilación auricular, un proceso relativamente común en personas mayores que consiste en un ritmo cardiaco irregular. Aunque no produzca síntomas, su presencia favorece la formación de coágulos dentro del corazón que, en un momento determinado, pueden ser arrastrados por el torrente sanguíneo y producir una embolia a distancia.
Los síntomas puden ser muy diversos según el tipo de arritmia que se padezca. En muchos casos no producen síntomas y se detectan de forma casual al tomar el pulso o hacer un electrocardiograma. En otros casos notará palpitaciones, sensación de angustia, mareo o pérdida de conciencia. Si la arritmia es tal que altera la función del corazón, pueden desencadenar una insuficiencia cardiaca. El síntoma, en este caso, es la dificultad respiratoria.
El tratamiento depende mucho de cada arritmia. En algunos casos, cuando la arritmia afecta a la función cardiaca, puede ser necesaria medicación por vía intravenosa, aplicar un choque eléctrico para devolver al corazón su ritmo normal o incluso puede que se necesite un marcapasos. Sólo en casos muy específicos se hacen necesarias técnicas más sofisticadas como la implantación de un pequeño dispositivo desfibrilador o realizar una ablación cardiaca, que consiste en "quemar" el origen de la arritmia.
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