En reposo, el corazón trabaja a un ritmo que oscila entre 60 y 100 latidos por minuto (en la mayoría de los casos entre 70 y 80). En personas que practican deporte de forma continuada puede ser más bajo, sin que ello implique ningún problema de salud. Normalmente no somos consicentes de nuestros propios latidos: tenemos que tomarnos el pulso para reconocerlos y conocer nuestro ritmo cardiaco (también conocido como frecuencia cardiaca).
La persona que sufre palpitaciones sí toma conciencia de sus propios latidos, nota como el ritmo cardiaco se acelera o se vuelve irregular sin motivo aparente (sin realizar ninguna actividad física, sin sufrir un susto o una emoción fuerte, etc.). Siente que el corazón "se le acelera" o que "le late tan fuerte que se le va a salir del pecho". Suele acompañarse de una sensación desagradable de angustia.
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