La ermita situada en el páramo de su nombre es la única que se conserva en la ciudad. El origen de la cofradía se remonta a 1494 pero hasta 1692 no construyó su humilde capilla de ladrillo y tapial. Lo más interesante de su interior son las dos esculturas de San Isidro y Santa María de la Cabeza realizadas hacia 1698 por el escultor Juan de Avila.
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