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martes, 2 de octubre de 2012

Valladolid. Museos y edificios civiles. Museo de la pasión.

La sección de pintura del Museo Nacional de Escultura está instalada desde 1968 en el edificio que ocupó la Cofradía penitencial de Nuestra Señora de la Pasión, que también tuvo la advocación de San Juan Bautista. La agrupación que existía desde mediados del siglo XVI se reunía primitivamente en el Hospital de las Animas de la parroquia de Santiago, pero en 1579 decidió construir una capilla propia, encomendando su edificación a Juan de Mazarredonda, Juan de Nates y Pedro del Río, siendo inaugurada en 1581. Además de los fines estrictamente penitenciales, acompañando a los numerosos "pasos procesionales" en época de Cuaresma, la Cofradía asistía a los condenados a pena capital y recorría las calles pidiendo limosna para sufriagios por los ajusticiados.

La única nave de que cosntaba el templo era cubierta primitivamente por medio de un artesonado, pero en 1666 el arquitecto Felipe Berrojo construyó una bóveda, profusamente decorada con yeserías barrocas, iniciando al año siguiente la construcción de la fachada principal del templo que concluyeron Pedro de Ezquerra y Antonio de la Iglesia. En 1744 el arquitecto José Morante levantó la cúpula y linterna existente sobre el crucero. El estado de ruina que amenazaba el templo, obligó en 1926 a cerrarlo al culto, declarándose en 1928 monumento "arquitectónico-artístico", circunstancia que impidió su demolición.

El edificio responde al tipo convencional de iglesia penitencial, contando su portada de dos espaciosas puertas para la fácil desenvoltura de los "pasos" y un ablcón corrido para presenciar y presider las atoridades los actos religiosos celebradso en la calle. Sobre la nave del templo, a la que se ha dotado de un moderno artesonado restaurándose el aspecto primitivo del interior, existen una espaciosa sala que serviría para la celebración de los cabildos de cofrades.


La decoración de la portada constituye lo más importante. Aunque existan todavia elementos manieristas, el conjunto resulta plenamente barroco: la profusión y carnosidad de la abultada talla y de los motivos vegetales, las orejeras de los marcos, etc., pero persiste una idea de recomposición, como si el arquitecto se hubiera servido de varios grabados para conseguir un conjunto original.

Su desaparecido retablo mayor fue contratado en 1657 por el ensamblador Antonio Billota que utilizó por primera vez en Valladolid la columna salomónica al copiar la traza que había seguido Pedro de la Torre para la iglesia madrileña del Buen Suceso. Los pasos procesionales más importantes, con figuras de Francisco Rincón y Gregorio Fernández, pasaron al Museo Nacional de Escultura cuando se extinguió la Penitencial.

Aunque no faltan esculturas y relieves, los fondos museísticos son fundamentalmente pictóricos, siendo en su casi totalidad obras del siglo XVII, de muy diversas escuelas, incluída la local con alguna de sus más características composiciones.

En la parte principal son obras de artistas vallisoletanos los grandes cuadros de la Porciúncula y el Milagro del refectorio, que corresponden respectivamente a Diego Valentín Díaz y a Felipe Gil de Mena, los mejores pintores de la primera mitad del siglo XVII. Gil de Mena estudió en Madrid con Van der Hamen, de quien tomaría el gusto por las naturalezas muertas de las que existe amplio repertorio en su cuadro. A Bartolomé Cárdenas, pintor del Duque de Lerma y de la ciudad, corresponde la Disputa de Santo Domingo con lo albigenses, en el que retrató al influyente ministro de Felipe III. El florentino Vicente Carducho que residió en Valladolid con la Vorte, está bien representado: muy importante por su atrevido escorzo y colorido es la pintura de San Diego remontando el cielo, firmado en 1611, que procede, junto con la Estigmatización de San Francisco, la Anunciación y otros dos de terna similar pintados por su hermano mayor Bartolomé, del desaparecido convento franciscano de San Diego.

En el crucero y antiguo presbiterio se ha colocado, tratando de reconstruir el conjunto conventual de Recoletas de la Concepción de Fuensaldaña, los impresionantes lienzos que regaló a este último convento don Alonso Pérez de Vivero, Conde de Fuensaldaña, encargados entre 1652 y 1654 al pintor flamenco T. Willeboirts Bosschaert, discípulo de Van Dyck y que represental la Estigmatización de San Francisco, San Antonio de Padua ascendido al cielo y la Asunción de la Virgen. Constituyen excelentes ejemplos de la alta calidad acanzada por la esculea de Rubens al tiempo que ilustran admirablemente la aparatosidad retórica y refinada de la sensibilidad barroca.

En la Sacristía, cubierta con cúpula ovalada decorada con yeserías, se disponen varios Santos franciscanos, colocados en hornacinas entre los que destaca el negro San Benito de Palermo, obras del último tercio del siglo XVII a excepcióndel San Diego de Alcalá, temprana obra de Gregorio Fernández. La inmaculada que preside esta sala es pieza del siglo XVIII. Las pinturas sobre cobre con escenas de la Vida de la Virgen corresponden al taller napolitano Luca Giordano, el San Elías confortado por un ángel es de Felipe Gil de Mena mientras que los Desposorios de la Virgen es obra granadina. La pintura más antigua del Museo es la espléndida Anunciación firmada por el vallisoletano Gregorio Martínez que la pintó en 1597 para la capilla funeraria que le banquero Fabio Nelli de Espinosa se construyó en el monasterio de San Agustín.

Por una escalera moderna se accede al piso superior, antigua sala de cabildos de la cofradía; en sus rellanos se contemplan varios retratos, el del Conde Ansúrez, original probablemente de Pedro Díaz de Minaya, el del Duque de Lerma vestido de Cardenal, y el de un Caballero de la Orden de Santiago, estos últimos anónimos. Las Tentaciones de San Antón es cuadro que repite una composición de J. Brueghel de Velours.

El salón alto, dotado de luz cenital y dispositivo para convertirse en sala de conferencias o exposiciones, tiene dos pinturas de Juan Pantoja de la Cruz: una Inmaculada con donante (1602) y la Resurrección (1604), importante por su sistema tenebrista de iluminación, esta última en depósito de la Diputación Provincial como procedente del antiguo Hospital de la Resurrección. Del vallisoletano Jerónimo de Calabria es le gran cuadro de la Asunción de la Virgen apreciable en su colorido y tipos humanos. La Alegoría de la Inmaculada Concepción la pintó el sevillan Juan de Roelas en 1616 para conmemorar la solemne procesión que se celebró en la capital andaluza en 1615 en homenaje y defensa del dogma inmaculadista. El mejor cuadro de Diego Valentín Díaz, aunque se ayudase de grabado, es el de la Sagrada Familia que pintó en 1621 y que procede de una capilla de San Benito el Real. Bartolomé González fechó en 1627 su Descanso en la Huída a Egipto, muy bien compuesto y plenamente naturalista. Del granadino Juan de Sevilla es la deliciosa Sagrada Familia en la que el Niño parece explicar a sus padres la necesidad de su Pasión. El Milagro de las rosas, está firmado en 1664 por el vallisoletano Antonio de Pereda, en cuya composición barroca el pintor hizo gala de esponjosidad en su colorido. Con marcada influencia jordanesca, el cuadro de los Desposorios de la Virgen, firmado por el cordobés Antonio Palomino en 1695, demuestra la gran calidad de la pintura en la Corte de Carlos II.

En una pequeña sala de exposicionessituada también en este mismo piso, se exhibenuna serie de pinturas sobre cobre que copian a través de conocidos grabados de Bolswert, Wosterman, Pontius, etc., composiciones originales de Rubens, pintadas algunas con un estilo muy afín al de W. van Herp.


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