Las personas que presentan hiperuricemia deben adaptar sus hábitos alimenticios, evitando en la medida de lo posible la ingesta de alimentos ricos en purinas, cuyo metabolismo genera el ácido úrico. Tenga en cuenta, no obstante, que si de forma concomitante presenta otros problemas (como hiperlipidemia o diabetes) las recomendaciones dietéticas pueden ser muy distintas. Consulte a su médico en caso de duda.
Entre los alimentos con mayor contenido de purinas se encuentran los productos de casquería (hígados, mollejas, riñones, sesos), los extractos de carne, la carne de caza, oca y cerdo, ciertos pescados (sardinas, arenques, anchoas y salmón, entre otros), las lentejas, las alubias y las espinacas.
La carne de vaca y cordero, el conejo, el jamón, el pollo, el pavo y el pato, al igual que los mariscos y crustáceos, los espárragos, la coliflor y los champiñones, presentan un contenido moderado de purinas.
Entre los alimentos que apenas contienen purinas se encuentran las hortalizas, las frutas, la leche, el queso, los huevos, el arroz y otros cereales, así como la pasta, las patatas, el pan, la miel o la mermelada.
Respecto a si las personas que presentan una hiperuricemia en los análisis, pero que no presentan síntomas de ningún tipo, deben seguir un tratamiento específico, más allá de seguir ciertas recomendaciones dietéticas, no existe un consumo claramente establecido. Debe de ser su médico quien, en función de sus características personales y de las cifras de hiperuricemia que presente, determine su conveniencia o no.
Durante siglos, se consideró la gota como una "enfermedad de ricos". Incluso se consideraba un signo de distinción social: sólo los adinerados podían permitirse comidas pantaruélicas (ricas en purinas), lo que suponía sin duda la elevación de los niveles de ácido úrico. Hoy día, sin embargo, los alimentos ricos en purinas se pueden encontrar en todas las mesas.
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