La pérdida de fuerza en una misma extremidad puede tener su origen en niveles muy distintos del sistema motor. Puede tratarse de un problema cerebral (donde se localizan las neuronas responsables de ordenar a un miembro que se mueva), de la médula espinal (que conduce la información desde el cerebro hasta el sistema nervioso periférico), de los nervios, de la unión neuromuscular o de los propios músculos encargados de ejercitar la acción.
Cualquier lesión que afecte a las neuronas situadas en la corteza cerebral o a sus prolongaciones hacia la médula puede producir una pérdida de fuerza, que en la mayoría de los casos afectará a las extremidades del lado opuesto. Esto se debe a que las vías nerviosas se cruzan hacia el lado opuesto a nivel del tronco del encéfalo. Así, por ejemplo, una lesión en el hemisferio cerebral derecho podrá causar una hemiplejia izquierda. Entre estas causas, sin duda la más significativa son los accidentes cerebrovasculares en cuyo caso la pérdida de fuerza ocurre bruscamente. Otras lesiones, como los tumores o determinadas infecciones localizadas en el cerebro, pueden producir cuadros similares, aunque generalmente lo hacen de forma progresiva.
Cualquier proceso en la médula espinal podrá ocasionar una pérdida de fuerza. Según a la altura a la que se produzca, la debilidad afectará a unas extremidades u otras. Una compresión de la médula a nivel cervical (por una hernia de disco, por ejemplo) podrá causar una tetraparesia, mientras que a nivel de la espalda podrá ocasionar una paraparesia.
A este respecto, cuando el origen de la pérdida de fuerza es una lesión a nivel cerebral o medular, suele acompañarse de otros síntomas neurológicos, como adormecimiento. Sólo en ciertos casos de enfermedades neurodegenerativas, como por ejemplo la esclerosis lateral amiotrófica (que afecta de forma selectiva a las neuronas motoras de la médula), la pérdida de fuerza será pura (acompañándose, por lo general, de atrofia muscular).
Cualquier lesión que afecte a las neuronas situadas en la corteza cerebral o a sus prolongaciones hacia la médula puede producir una pérdida de fuerza, que en la mayoría de los casos afectará a las extremidades del lado opuesto. Esto se debe a que las vías nerviosas se cruzan hacia el lado opuesto a nivel del tronco del encéfalo. Así, por ejemplo, una lesión en el hemisferio cerebral derecho podrá causar una hemiplejia izquierda. Entre estas causas, sin duda la más significativa son los accidentes cerebrovasculares en cuyo caso la pérdida de fuerza ocurre bruscamente. Otras lesiones, como los tumores o determinadas infecciones localizadas en el cerebro, pueden producir cuadros similares, aunque generalmente lo hacen de forma progresiva.
Cualquier proceso en la médula espinal podrá ocasionar una pérdida de fuerza. Según a la altura a la que se produzca, la debilidad afectará a unas extremidades u otras. Una compresión de la médula a nivel cervical (por una hernia de disco, por ejemplo) podrá causar una tetraparesia, mientras que a nivel de la espalda podrá ocasionar una paraparesia.
A este respecto, cuando el origen de la pérdida de fuerza es una lesión a nivel cerebral o medular, suele acompañarse de otros síntomas neurológicos, como adormecimiento. Sólo en ciertos casos de enfermedades neurodegenerativas, como por ejemplo la esclerosis lateral amiotrófica (que afecta de forma selectiva a las neuronas motoras de la médula), la pérdida de fuerza será pura (acompañándose, por lo general, de atrofia muscular).
- La pérdida de fuerza también se puede deber a una afectación de los nervios periféricos por cualquier causa. Puede deberse a una compresión localizada de un nervio, o bien estar relacionada con determinadas enfermedades que producen una afectación generalizada de los nervios (las denominadas polineurpatías).
- En el caso de la miastenia gravis, una enfermedad caracterízada por debilidad muscular fluctuante, el problema se localiza en la conexión entre el nervio y el músculo. Es una enfermedad autoinmune, en la que el propio organismo fabrica anticuerpos que bloquean la transmisión neuromuscular.
- Por último, enfermedades propiamente musculares, como las distrofias musculares (de origen genético) o la polimiositis pueden ser responsables de la debilidad.
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