El monasterio de San Joaquín y Santa Ana de religiosas recoletas de San Bernardo tiene su origen en el que fundó en 1161, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación, una hijoa de Alfonso VII en el páramo de Perales, entre Palencia y Carrión. En 1596 se trasladaron a Valladolid estando a punto de instalarse en la llamada Casa del Sol. Las obras de construcción del nuevo convento debieron de correr por cuenta del arquitecto Francisco Praves que en 1618 levantaba su primitivo claustro; los edificios sin embargo no resultaron excesivamente sólidos por cuanto en 1777 amenazaban ruina inminente. Como la fundación era de regio patronato la comunidad se dirigió a Carlos III solicitándole protección y ayuda técnica. El monarca encargó el proyecto del nuevo edificio a su arquitecto F. Sabattini, iniciándose las obras en 1780 bajo la direccción primero de F. Balzania y más tarde M. Mariátegui. El edificio se inauguró en 1787. Exteriormente presenta un diseño muy sobreio, sin ningún elemento decorativo si se exceptúa el molduraje de placas que recorres sus muros y la escultura de Santa Ana, obra del siglo XVI que procederá del viejo monasterio y un escudo con las Armas Reales instalado en 1785. El interior del templo responde a una planta ovalada con cúpula acusada al exterior y otra más reducida, sobre el presbiterio. Su diseño es enteramente neoclásico y representa la muestra mas íntima y sencillo de este estilo en Valladolid.
En los altares del templo, todos neoclásicos, se colocaron pinturas realizadas en 1787 por Ramón Bayeu y por su cuñado Francisco de Goya; las del primero responden a los temas de Santa Escolástica, la Inmaculada con San Francisco y San Antonio, y San Benito; las de Goya, dispuestas en los altares de la epístola, representan a Santa Ludgarda, San José asistido por Jesús y María y San Bernardo socorriendo a un pobre. Sus tonos suaves y la acertada composición expresan el período noeclásico del artista en el que la temática religiosa no sólo estuvo presente sino que le permitió conseguir una elevada calidad.
En 1978 la comunidad inauguró un Museo público, habilitando algunas de sus dependencias conventuales. Pretende mostrar no tanto el ambiente privado monjil como los objetos íntimos de devoción conventual en pasados siglos. La exhibición, primorosamente montada, presenta desde objetos de la vajilla conventual hasta la ropa de culto, pasando por una monumental alfombra turca del siglo XVIII y una buena colección de imágenes de diversos siglos y escuelas. Cabe destacar en escultura: una reca colección de Niños Jesús y San Juanitos, la mayoria del siglo XVIII, vestidos con los más diversos atuendos en función de determinadas festividades o cultos; un Cristo Yacente del taller de Gregorio Fernándes y una Dolorosa del granadino Pedro de Mena y una pintura representando a San Antonio de Padua, obra de Diego Valentín Díaz.
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