Las alteraciones del sentido del gusto pueden deberse a una pérdida del olfato, sin que necesariamente el sistema de percepción del gusto esté dañado.
Existen otras posibilidades de alteración del sentido del gusto: la sequedad bucal de cualquier origen, por ejemplo, el síndrome de Sjörgen, una enfermedad autoinmune en la que se produce una disminución de la secreción lagrimal y salivar; las quemaduras de la lengua; la toma de ciertos medicamentos; el haber recibido radioterapia en la cabeza o el cuello; y el sufrir lesiones inflamatorias, tumorales o traumáticas (es decir, consecuencia de golpes o accidentes) que afecten a los nervios implicados.
En la parálisis facial periférica, que ofrece un cuadro caracterizado por la diminución o pérdida de la movilidad de la musculatura de uno de los lados de la cara, debido a la afectación del nervio facial, puede haber una cierta alteración del gusto, pero no suele ser llamativa.
Curiosidad: A partir de los 45 ó 50 años de edad, el número de yemas gustativas disminuye, por lo que es normal que el sentido del gusto tienda a perder finura.
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