En la mayoría de los casos de hiperlipidemia leve y moderada sería suficiente con seguir una alimentación pobre en grasas y practicar un ejercicio físico moderado con regularidad.
Por lo que respecta a la alimentación, hay que reducir al mínimo las grasas saturadas, tanto de origen animal como las que están camufladas en muchos alimentos procesados como "grasas vegetales". La dieta mediterránea tradicional, basada en el consumo de frutas, verduras, cereales, legumbres y pescado azul, es la más indicada. Conviene evitar la casquería, las carnes grasas, los embutidos y la bollería industrial, y tomar los lácteos desnatados o semidesnatados. Es aconsejable limitar el consumo de huevos a dos por semana.
De forma general, la administración de medicamentos hipolipemiantes está indicada en aquellas personas que no se controlan adecuadamente con dieta y ejercicio, así como en los que padecen una enfermedad cardiovascular o cerebrovascular previa. No obstante, la indicación de tratamiento debe ajustarse a las circunstancias de cada paciente. El médico es, por tanto, quien mejor puede determinarla.
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