La capacidad de refracción del ojo varía con la edad. De hecho, todos nacemos hipermétropes, y los niños lo son durante sus primeros años de vida. El crecimiento del ojo entraña un aumento del eje longitudinal, de modo que, hacia los seis años los objetos deben verse normalmente con nitidez.
La presbicia o vista cansada, que muchas personas empiezan a notar de forma más o menos llamativa a partir de la década de los cuarenta, se debe, sin embargo, a un defecto en el cristalino, que pierde su elasticidad como resultado del envejecimiento ocular. Esto conlleva la disminución de su capacidad para la acomodación, es decir, para hacer converger a los rayos luminosos sobre la retina. Y dado que los rayos luminosos que proceden de los objetos más cercanos son los que necesitan un mayor esfuerzo de acomodación, el defecto visual será mayor cuanto más cerca se sitúe el objeto de nuestra mirada.
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