La miopía se debe a una desproporción entre la capacidad de refracción del ojo y la longitud del eje del globo ocular, que es demasiado largo, lo que hace que únicamente los objetos que se encuentran situados muy cerca se sigan proyectando exactamente en la retina y, por tanto, se vean con nitidez. Se trata de un trastorno muy frecuente, que afecta aproximadamente a un 20% de la población.
Al hablar de miopía, normalmente se hace referencia a la miopía común, que suele aparecer en la edad escolar. Inicialmente, la evolución puede ser rápida, de forma que la graduación de las gafas puede cambiar cada pocos meses. Sin embargo, al final de la etapa de crecimiento (hacia los 20 años) se estabiliza y, salvo en los casos más severos, deja de progresar.
El astigmatismo es otro defecto de refracción, distinto a la miopía, que consiste en una deformación de los elementos anteriores a la retina (normalmente, la córnea), lo que impide que los rayos de luz converjan en un mismo punto, de forma que el resultado es una imagen borrosa. En este caso, sin embargo, es necesaria la corrección tanto para la visión lejana como para la cercana.
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