Elaborada por Lissauer (1890), es aplicable casi exclusivamente a las agnosias visuales. Su mérito se basa en concebir el reconocimiento en dos aspectos, uno meramente perceptivo, y el otro de asociación de la percepción con perceptos previamente almacenados. Según esto la agnosia se puede dividir en:
Agnosia visual aperceptiva. Es una incapacidad para acceder a la estructuración perceptiva de las sensaciones visuales. Los pacientes, que son conscientes de sus dificultades, son incapaces de dibujar un objeto, de emparejar objetos iguales y en general analizan la imagen atendiendo a detalles sueltos, siendo incapaces de organizarlos en un todo. Existen problemas a nivel perceptivo, si falla la percepción, no es posible la cognición. Cuando se les pide una descripción del objeto describen partes menores y los errores son de tipo morfológico. Así, si les pidiésemos que describiesen un paraguas podrían decir que es un bastón, habiendo sido sólo capaces de fijarse en el mango de éste. Esto permite que a veces se distinga la imagen debido a detalles altamente significativos (una bicicleta. distinguir las ruedas y llegar a la conclusión de lo que és).
Este tipo de agnosia aparece normalmente por una lesión cerebral bilateral posterior.
Agnosia visual asociativa. Se caracteriza por una integridad de la percepción: los sujetos no se quejan de la vista (anosognosia), no reconocen los objetos, pero son capaces de describirlos y dibujarlos copiando. Atendiendo al canal sensorial podemos clasificar las agnosias en visuales, auditivas, táctiles, gustativas u olfativas; siendo la primera la más estudiada.
Esta clasificación aunque nunca se ajusta exactamente a la realidad facilita la comprensión de los síntomas de los sujetos.
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