La localización de Albacete, a finales del siglo XVIII aún era un lugar poco salubre debido a la gran cantidad de aguas estancadas, lo que propiciaba la aparición de enfermedades, por lo que las autoridades se plantean sendos proyectos para propiciar el desagüe de las mismas, iniciándose en 1805 la construcción del futuro Real Canal de Maria Cristina.
La Guerra de Independencia Española (1808-1812) tuvo una importante incidencia en la ciudad. Entre otros hechos, durante estos años se produjo un vacío de poder al trasladarse las autoridades a las sierras albaceteñas de Alcaraz y del Segura desde donde se coordinaron la lucha y resistencia al ejercito napoleónico, el cual saqueó en numerosas ocasiones la ciudad.
Durante este siglo también se sucedieron varias epidemias de cólera que retrasarían el crecimiento de la población, aunque numerosos hechos marcarán el devenir futuro de la ciudad. En 1833 se configura, con algunas variantes, la actual provincia de Albacete a partir de territorios procedentes de las provincias de Cuenca, La Mancha y Murcia, logrando la ciudad el rango de capitalidad de la misma, a lo que se le sumará el establecimiento de la Real Audiencia Territorial en 1834 (órgano jurisdiccional que abarcaba las provincias limítrofes de Ciudad Real, Cuenca, Murcia y la ya citada de Albacete), y la llegada del ferrocarril en 1855 gracias a la construcción de la línea entre Alcázar de San Juan y Cartagena cuyo trazado transcurría por Albacete.
Habrá que esperar hasta 1862 para que, por decreto de la reina Isabel II, Albacete logre el rango de ciudad.
Ya en 1888 se inaugura el alumbrado eléctrico, y se empieza a asistir a la incipiente instalación de las primeras fábricas y talleres, que junto con las consecuencias de la desamortización de Mendizábal, traía consigo una gran variación en la forma de la ciudad, al aprovechar diversos conventos para configurar plazas como la del Altozano, y modificar el urbanismo de la ciudad.
La Guerra de Independencia Española (1808-1812) tuvo una importante incidencia en la ciudad. Entre otros hechos, durante estos años se produjo un vacío de poder al trasladarse las autoridades a las sierras albaceteñas de Alcaraz y del Segura desde donde se coordinaron la lucha y resistencia al ejercito napoleónico, el cual saqueó en numerosas ocasiones la ciudad.
Durante este siglo también se sucedieron varias epidemias de cólera que retrasarían el crecimiento de la población, aunque numerosos hechos marcarán el devenir futuro de la ciudad. En 1833 se configura, con algunas variantes, la actual provincia de Albacete a partir de territorios procedentes de las provincias de Cuenca, La Mancha y Murcia, logrando la ciudad el rango de capitalidad de la misma, a lo que se le sumará el establecimiento de la Real Audiencia Territorial en 1834 (órgano jurisdiccional que abarcaba las provincias limítrofes de Ciudad Real, Cuenca, Murcia y la ya citada de Albacete), y la llegada del ferrocarril en 1855 gracias a la construcción de la línea entre Alcázar de San Juan y Cartagena cuyo trazado transcurría por Albacete.
Habrá que esperar hasta 1862 para que, por decreto de la reina Isabel II, Albacete logre el rango de ciudad.
Ya en 1888 se inaugura el alumbrado eléctrico, y se empieza a asistir a la incipiente instalación de las primeras fábricas y talleres, que junto con las consecuencias de la desamortización de Mendizábal, traía consigo una gran variación en la forma de la ciudad, al aprovechar diversos conventos para configurar plazas como la del Altozano, y modificar el urbanismo de la ciudad.
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