La actual parroquia ocupa la antigua iglesia del Colegio de jesuitas, explicándose así la gran riqueza artística acumulada en su interior. Los jesuitas llegaron a Valladolid en 1545 y se establecieron en el local de la Cofradía de San Antiono de Padua de la que tomaron su advocación. Don Alonso Pérez de Vivero y su mujer doña María del Mercado, Vizcondes de Altamira, les cedieron en 1551 sus casas para la construcción de un Colegio. Para esta capilla de San Antonio, Juan de Junio realizó un retablo en 1567 del que no se tienen más noticias. La iglesia, de pequeñas dimensiones, no debía de satisfacer las necesidades de la Compañía y en 1575 se planteó la construcción de un nuevo templo, enviándose a Roma, cuatro años más tarde, los planos que había levantado el hermano jesuita Giuseppe Valeriani. Las obras no se iniciaron hasta después de 1580 y en la supervisión de las mimas actuaron otros dos arquitectos jesuitas, los hermanos Juan de Tolosa y Fernández de Bustamante. El templo se concluyó en 1591 y diez años más tarde los Condes de Fuensaldaña adquirieron su patronato. Con motivo de la canonización de San Ignacio de Loyola la iglesia cambió su primitiva advocación, pero cuando fueron expulsados los Regulares, se trasladaron a su edificios las parroquias de San Miguel y de San Julián y Santa Basilisa, quedando establecida a partir de 1775 la actual titularidad.
La iglesia, de ladrillo y adobe, constituye una réplica fiel, si se exceptúan algunos pequeños detalles, de la Colegiata de Villagarcía de Campos. TIene una sola nave, com amplias capillas laterales, cubierta con bóveda de cañón con lunetos, decorada con yeserías de motivos geométricos sencillos. Su cúpula, rebajada sobre el curcero, no se trasdosa al exterior. La fachada, de diseño viñolesco, tiene el habitual esquema utilizado por los jesuitas; la hornacina, sobre su puerta de ingreso, se encuentra presidida por una escultura de piedra de San Miguel, obra de fines del siglo XV. En las capillas del lado del Evangelio sobresalen, entre otras obras, una escultura de San Siro Penitente, realizado en 1738 por Pedro de Sierra; un San Antonio de Padua, próximo a Gregorio Fernández; una copia de la Magdalena de Pedro de Mena, tallada en 1739 y en el crucero, el retablo relicario conteniendo la escultura de San Francisco Javier, tallada por G. Fernández en 1620 además del resto de la escultura del mismo retablo.
En la embocadura del presbiterio aparecen San Gabriel y San Rafael, que juntamente con las esculturas de San Miguel, San Pedro, San Pablo, San Felipe y Santiago colocadas en el retablo mayor, proceden del desaparecido templo de San Miguel cuyo retablo mayor fueron hechas por Gregorio Fernández en 1606. Los altorrelieves y las figuras del remate del retablo mayor sob obra de Adrián Alvarez que los estaba haciendo, en 1595, en colaboración con el palentino Pedro de Torres. En el nicho funerario que construyó Francisco de Praves en 1611 aparecen las figuras orantes, en alabastro, de los Condes de Fuensaldaña, que constituyen dos de las mejores esculturas de su época en España y que eran talladas en 1617 por Gregorio Fernández. SObre la puerta que da paso a la sacristía, una pintura de la Adoración de los Pastores, firmada por Alonso del Arco.
En el lado de La Epístola del templo, además del retablo relicario pareja del anterior, presidido por la escultura de San Ignacio efectuada por G. Fernández lo mismo que las restantes piedas del retablo, destaca en la capilla de la Buena Muerte, la muestra más espectacular de la devoción barroca en Valladolid; su retablo de escuela granadina, contiene además del grupo central del Calvario, una Pedad -1738- en su ático y una Dolorosa con un Cristo Yacente a sus pies, en el banco. Toda la escultura, salvo el Yacente, puede coresponder a Pedro de Sierra que se inspiró en modelos de Juni, mientras que el Cristo Yacente es obra de madurez de Gregorio Fernández.
La sacristía, monumental, está presidida por un retablo fingido, de pintura, obra de Felipe Gil de Mena de quen son también algunos de los grandes lienzos, copias de Rubens, que tapizan las paredes; Bartolomé Santos pintó igualmente en esta seri y existen otras pinturas de Valentín Díaz -Cristo con la venerable Marina Escobar-, de Gregorio Martínez -Sagrada Familia-, Peñasco -Santos Angeles-, etc. En otras dependencias se guardan pinturs de Francisco Martínez, Diego González de Vega, Diego Díez Ferreras, etc. Desde la sacristía se accede al Relicario, habitación que po podía faltar en casa jesuítica, en donde se conserva un muestrario excepcional de relicarios, destacando los bustos alusivos a los Padres de la Iglesia, orginales de Gregorio Fernández que les hacía en 1613.
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