El hipo ocurre como consecuencia de la estimulación de los centros nerviosos que controlan los movimientos del diafragma (situados en el bulbo raquídeo, justo por debajo del cerebro) o como consecuencia de la irritación de los nervios que los conectan con el diafragma.
En la mayor parte de los casos es una molestia ocasional que ocurre sin razón aparente, o que se desencadena por la ingestión de sustancias irritantes (como el alcohol o determinados condimentos), sustancias frías o muy calientes, bebidas carbonatadas, etc., y que no está relacionado con ninguna enfermedad.
Únicamente cuando los ataques de hipo son recurrentes o persistentes pese a no existir causa aparente pueden ser la manifestación de un problema serio, por ejemplo, un trastorno que altere la función del bulbo raquídeo (un tumor cerebral, un accidente cerebrovascular, insuficiencia renal grave) o que irrite los nervios que lo conectan con el diafragma, sea a lo largo de su trayecto a través del tórax (una neumonía, un tumor pulmonar, etc.) o ya en la vecindad del propio diafragma (tumores de los órganos abdominales, pancreatitis, etc.).
El hipo provoca contracciones espasmódicas en el diafragma, músculo que separa el tórax del abdomen.
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