El diagnóstico se realiza mediante la conjugación de tres datos:
1 Datos clínicos.
2 Una analítica de sangre. Una cifra anormal de linfocitos (serie de células de sangre) no quiere decir que se padezca la enfermedad.
3 Otras pruebas de laboratorio:
3.1 Recuento de plaquetas.
3.2 Urea, creatinina, ácido úrico, examen general de orina.
3.3 Transaminasas, deshidrogenasa láctica
3.4 Bilirrubina total y directa, fosfatasa alcalina, calcio, fósforo, sodio, potasio, amilasa y lipasa.
Si se correlacionan estos datos y hay una sospecha de enfermedad, el clínico está obligado a efectuar un estudio de médula ósea por aspiración. Esta prueba es la única que aporta el diagnóstico definitivo.
No hay que olvidar que existen padecimientos benignos que pueden en un momento dado semejar una leucemia aguda.
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