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martes, 13 de marzo de 2012

Caries. ¿En qué consiste?

La caries no es otra cosa que la consecuencia de la demineralización de los dientes. Conforme ésta se produce, el esmalte del diente se reblandece, apareciendo unas pequeñas manchas blancas en su superficie. Si la deminarelización progresa, el esmalte se pierde de forma irreversible y se forma una pequeña cavidad oscura, inicialmente indolora: la caries ha hecho su aparición.

Traspasado el esmalte, la caries penetra en la dentina y se va acercando a la pulpa dental, donde se encuentra la raíz nerviosa del diente. A partir de un determinado punto, la persona nota molestias o dolor ante ciertos estímulos (alimentos o bebidas fríos, calientes o muy dulces, por ejemplo). Suele ser en este punto, una vez que la caries ya ha provocado daños importantes en la pieza dentaria, cuando se acude al dentista.

Si la caries sigue progresando, acaba por producir la inflamación de la pulpa (pulpitis), que se caracteriza por un dolor dental persistente. El pus puede llegar a comprimir la raíz nerviosa, provocando un dolor más intenso y contagiando a las zonas vecinas, pudiendo resultar díficil identificar con exactitud cuál es el diente enfermo. Este dolor suele mejorar al aplicar frío en la zona, por eso no es raro ver que la persona acuda al dentista con una botella de agua fría en la mano. Generalmente, llegados a este punto, la afectación de la pulpa es irreversible.

El proceso puede desembocar en la formación de un flemón dental, una auténtica bolsa de pus que se extiende más allá del diente dañado, pudiendo afectar a la zona de anclaje al hueso y a los tejidos blandos de la boca que se inflaman. A veces el pus consigue abrirse camino hacia el exterior a través de una fístula en los tejidos blandos. Se produce entonces una supuración visible y el dolor se alivia considerablemente.

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