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miércoles, 1 de agosto de 2012

La epilepsia.

La epilepsia tiene su origen en una descarga o "cortocircuito" anormal de un grupo de neuronas. Puede arectar a un punto en concreto del cerebro (crisis parciales) o registrarse en ambos hemisferios cerebrales (crisis generalizadas). La actividad anómala que ocurre durante la crisis puede ser registrada mediante la colocación de unos electrodos en el cuero cabelludo (electroencefalograma o EEG).

Cualquier enfermedad o proceso que produzca un daño cerebral puede desencadenar una epilepsia: una lesión cerebral congénita, un accidente cardiovascular, etc. Sin embargo, en muchos casos no existe una causa identificable y se habla entonces de epilepsia idiopática, si bien hoy se piensa que muchos de los síndromes epilépticos idopáticos tienen en realidad un origen genético. A grandes rasgos, se distinguen cuatro tipos de crisis epilépticas:

  • Crisis parciales simples: sus síntomas se corresponden con el área cerebral que en ese momento se ve afectada. Puede afectar al sistema motor y producir movimientos involuntarios de una parte del cuerpo, desencadenar alucinaciones visuales o sensaciones olfativas transitorias, etc.
  • Crisis parciales complejas: se corresponden también con un área concreta del cerebro, pero conllevan una cierta alteración de la conciencia; cuano cesa la crisis, el paciente no recuerda nada. La persona que la sufre "se desconecta" de su entorno y realiza movimientos automáticos (chupeteo o succión, palpación o frotamiento de las manos).
  • Crisis generalizadas: se corresponden generalmente con el conocido ataque convulsivo descrito.
  • Ausencias infantiles: es un tipo especial de crisis generalizada que puede pasar inadvertida. Se trata de una "desconexión" del medio que dura unos segundos, durante los cuales el niño queda con la mirada fija y puede realizar algún gesto automático.
La crisis epiléptica correctamente diagnosticada no tiene efectos nocivos sobre el cerebro y la única preocupación es el posible riesgo que supone su aparición brusca (golpes, accidentes). Sin embargo, el cerebro sí que puede sufrir daños graves durante el llamado "estatus epiléptico" (crisis que, en lugar de ceder en pocos minutos, se prolonga en el tiempo o en una sucesión de crisis continuas entre las que no se recupera la conciencia). Es una emergencia médica, pero se trata de un cuadro poco frecuente.

La epilepsia es una enfermedad crónica, con la qu se debe aprender a convivir. Afortunadamente la mayoría de las formas de epilepsia responden bien al tratamiento farmacológico, lo que permite a los pacientes llevar una vida normal con escasa limitaciones. Por desgracia, existen muchos prejuicios basados en el desconocimiento, lo que hace que muchos pacientes bien controlados oculten su enfermedad incluso a las personas cercanas.

Un cierto número de síndromes epilépticos, sin embargo, asocian importantes trastornos, como retraso psicomotor y problemas de aprendizaje y comportamiento. En estos casos, la epilepsia suele ser una manifestación más de un importante problema cerebral de base.

Sólo en casos muy concretos es necesario recurrir a la cirugía: se trata de una opción con muchos riesgos que debe valorarse cuidadosamente, pero que puede mejorar mucho la calidad de vida en el caso de ciertas epilepsias graves y resistentes al tratamiento farcacológico.

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